Mañana de jueves. Aunque el otoño se esté haciendo el difícil, nos acercamos a la esquina de Montevideo y San Martín a probar los desayunos de Café Pipetuá.
A simple vista, parece uno más en la explosión de bares blanquitos, llenos de mesas y sillas diferentes en colores pastel. Sin embargo, después de un rato, uno empieza a percibir los detalles que, desde hace más de un año, le dan su propia identidad: las mermeladas caseras en la vidriera, las medialunas recién horneadas, las botellas de agua, los vasitos, los individuales, los farolitos de colores y las luces siempre encendidas.
Pedimos dos de las promociones de desayuno: tostadas de pan negro casero (se sirven con queso blanco y mermeladas también caseras), café con leche y café doble y jugo de naranja exprimido ($38 cada una). El café estuvo bien hecho, las tostadas son grandes y crujientes. Cuando llegamos, se habían terminado las medialunas pero estaban horneando la siguiente tanda. La atención es muy amable y atenta.
El ambiente es sumamente agradable. Aunque el local no es muy grande, tienen una cantidad adecuada de mesas, lo suficientemente separadas entre sí, lo que evita que uno se vea obligado a participar involuntariamente en las conversaciones de gente que no conoce. Por este motivo, han logrado construir un espacio tranquilo, que invita a quedarse.
Sin dudas, Pipetuá es un excelente bar para leer, estudiar y/o tener largas charlas con amigos. Abren de lunes a viernes de 8:00 a 20:00 y tienen una oferta de almuerzo diferente cada día a precios razonables. Nosotras no probamos el almuerzo, pero nos quedamos con las ganas, así que seguramente volveremos algún mediodía.
Si andan por la zona, no se lo pierdan. Y si no, háganse un rato para ir especialmente, porque vale la pena.