La semana pasada, visitamos Capricho. Apenas llegué a casa, me encontré con un mensaje de su dueña en nuestra página de Facebook, en el que nos deseaba que la hubiéramos pasado bien. “Epa”, pensé, “esta gente nos lee, sabe que existimos (?)”. Cuando efectivamente publicamos la reseña, volvimos a recibir un mensaje: era un desafío. La dueña de Capricho, además de agradecernos la reseña, nos “desafiaba” a probar su especialidad: las tortas. ¿Quién en su sano juicio podría negarse a eso? Nosotras no hubiéramos podido, aunque lo del sano juicio esté por verse.
Entonces, el viernes a eso de las 17:00, nos encaminamos hacia Capricho, otra vez. Otra vez, Capricho fue encontrar la calma entre el hormigueo de la gente enloquecida por la temprana fiebre navideña. Esta vez, nos apoltronamos (?) en los sillones [hipótesis comprobada: cómodos para leer] y la moza, muy amablemente, nos recitó sin repetir y sin soplar toda la variedad de tortas disponibles para la merienda. Más luego, nos acercamos a verlas para que decidieran un poco los ojos. Elegimos una porción de torta brownie con mousse de chocolate y otra que nos pareció la más original: una suerte de tarta con granola en la masa, crema de naranjas y chocolate (si me equivoco, me corrigen). Las acompañamos con cafés dobles y jugo de naranja (el jugo siempre es exprimido, nada de intragables líquidos de color naranja). El precio, otra vez, nos pareció adecuado a la calidad de lo que íbamos a consumir (gastamos, entre las dos meriendas, $68).
Hoy vamos a reseñar sólo las tortas, porque de lo demás ya hablamos. Imaginen un manjar. Bien, ahora del manjar suben un par de escalones, pegan un salto mortal que los eleve un poco más y ahí están las tortas de Capricho. Son livianas, nada empalagosas. Una torta brownie, en otro lugar, es una suerte de atentado nuclear para el aparato digestivo. Estas, no. Todo estaba perfecto: el dulce, la humedad de las masas, la calidad del chocolate, el tamaño de las porciones. Impecable. Las mejores tortas que hemos probado hasta el momento.
Como si el nirvana al que nos llevaron las tortas fuera poco, además, fuimos muy cálidamente recibidas. Nos enteramos, incluso, que había dos clientas en el local que habían llegado allí justamente por este blog. Una de ellas se acercó a saludarnos (ahora me doy cuenta de que no te preguntamos cómo te llamabas) y a decir cosas muy lindas sobre esto que hacemos. La verdad, cuando uno hace algo que le gusta, la satisfacción siempre está allí; pero si además, eso que te gusta le “sirve” a otros que, además, se toman la molestia de venir a decírtelo, la alegría se amplifica.
De más está decir que salimos muy contentas, reafirmando todo lo que ya dijimos sobre Capricho y completándolo, ahora, con la calidez de quienes están día a día detrás del mostrador y de sus clientes. Un placer que, esperamos, se repita.
Otros datos: 1) tienen wi-fi; 2) abren los sábados a las 17:00, así que si vienen de visita y encuentran los otros bares que reseñamos cerrados, ya saben a dónde ir; 3) las tortas también pueden ser “para llevar”.