26.2.13

#14. Mal de archivo


Aprovechando la mañana de simulacro otoñal, llegamos hasta Mal de archivo [no me digas que el nombre no es genial], un lugar recientemente inaugurado en Moreno 477. Digo ‘lugar’ porque Mal de archivo es más que un bar: hay libros, discos [sí, discos, de esos que te dan ganas de traerte el Winco que quedó arrumbado en la casa natal] y objetos varios [casettes, vinilos, postales y cuadernos, entre otros].





El ambiente es puro blanco y espacioso [hay, en el fondo, un espacio para exposiciones y todo]. Las mesas son grandes y firmes, así que no sólo es un excelente lugar para leer, sino también para estudiar, escribir, dibujar y realizar cualquier otra actividad que pueda hacerse en una mesa y en público. Es tan buen lugar para leer que si pasaste por ahí y no tenés libro, tenés una biblioteca a tu disposición para elegir. Lo más interesante de la oferta librera, desde mi perspectiva, es la posibilidad de acceder a libros “raros”, que no abundan en las librerías tradicionales, y a libros en lenguas extranjeras (inglés, italiano, mucho en francés). También hay mucho de cine, de diseño y de arquitectura, pero como esa no es mi área de incumbencia (?), callo respetuosamente.


Probablemente, siguiendo la premisa ‘menos es más’, la carta es sumamente sencilla: cafetería, pastelería, sándwiches y tartas. Nuestras mañanas son más bien mediodías, así que pedimos dos sándwiches: uno caliente, de pechuga de pollo, queso y cebollas caramelizadas ($22) y el Crudito Chic: pan integral con semillas, rúcula, jamón crudo, queso parmesano y tomate ($25). Exquisitos y contundentes.



Como la atención es muy amable, el ambiente es tranquilo y nos sentíamos muy a gusto, más tarde, pedimos dos cafés ($10 cada uno) [muy bien el café, pasó la prueba] y una porción de budín de limón ($10) y una cookie [enorme] de nuez ($5). Muy ricos los dos, sobre todo la cookie, que tenía una humedad casi perfecta. Gastamos, en total [sumen las bebidas] $102, cosa que nos pareció más que aceptable en función de la calidad de lo que consumimos.





No probamos el wi-fi pero vimos clientes con tablets y/o notebooks, así que suponemos que funciona bien [si alguno estaba jugando al solitario y no estaba conectado, no lo notamos, porque somos muy discretas y no andamos pispeando pantallas ajenas].



Me atrevería a decir que Mal de archivo tiene todo lo que uno podría nombrar si le pidieran una descripción del bar ideal, por lo menos, si me la pidieran a mí: mesas grandes, asientos cómodos, buena música no aturdidora, espacio limpio y tranquilo, buena atención. Como si eso fuera poco, te “prestan” libros para leer ahí y/o podés comprarlos. ¿Qué más se le puede pedir a un bar? Alguno dirá “que la oferta gastronómica sea más amplia”. Bueno, es posible, pero no se trata de un restaurante, es, entre otras cosas, una cafetería. Así que si querés parrillada, andá a una parrilla y listo. Para que fuera el bar de mis sueños, faltaría un patiecito para fumadores, pero entiendo que así es más sano, así que no hay ni una queja.
Una alegría que Mal de archivo haya sido el primer bar de la temporada 2013 [y ojo que esta temporada nos deparará sorpresas: estén atentos los viajeros]. Muy, muy recomendable; muy para volver.
Gracias, Natalia, por la recomendación.



Nota ortográfica: Aparentemente, los señores que imprimieron el texto que puede leerse en los individuales olvidaron poner tilde en la palabra ‘música’. Con mucho placer, hemos notado que alguien se ha tomado el trabajo de agregar la tilde con birome para ofrecer a los clientes individuales sin faltas de ortografía. Si eso no es amor y atención a los detalles, explicame qué es. Un saludito a los señores de la imprenta (?).

15.2.13

Reseñas Express

Tercer intento [39•365]


No sólo de bares está hecho el hombre (?). Cuando el calor arrecia, una de las pocas cosas que uno puede hacer para ahorrar sudor es leer. Aquí van las reseñas rapiditas de lo que vengo leyendo este año, así preparan (?) posibles lecturas para los bares que se vienen.

La revolución es un sueño eterno, de Andrés Rivera
Brillante. Uno de los mejores libros que leí en los últimos años. La voz de Rivera –enmascarada en la de un Castelli enfermo que escribe porque ya no puede hablar- tiene un ritmo propio, que condensa el sentido de cada palabra “que dice lo que dice y además más y otra cosa” (A. Pizarnik). No es un libro sencillo ni semi-digerido, pero valen la pena el esfuerzo y las relecturas.  Distal lo ha reeditado a un precio muy accesible. Imperdible.

Se conoce que sí, de Leticia Obeid
Precioso relato, para leer de una “sentada” porque no te deja soltarlo. Las imágenes son brillantes. La historia está narrada con tal naturalidad que resulta imposible no verse un poco en ella. Un libro amable.

Astrid y Verónika, de Linda Olsson
Suecia. Pueblo alejado del bullicio de la ciudad. Dos mujeres (una joven con una gran pena y una vieja ermitaña con un pasado de temer) se acompañan en sus soledades hasta que llega el momento en el que la joven debe “volver al mundo”. Aunque no soy muy fan de los recursos del tipo “espere que le voy a contar mi historia”, los personajes se van desenvolviendo con bastante profundidad y se dejan leer.

La mujer es una isla, de Audur Ava Olafsdottir
Es un libro “parecería que”. Parecería que es una reflexión sobre el amor y las relaciones, pero no. Parecería que es una novela de aprendizaje, pero no. Parecería interesante porque el título está bueno, pero no. Una constelación de hechos traídos de los pelos que van hacia la nada misma. Una pena enorme.

El frío modifica la trayectoria de los peces, de Pierre Szalowski

Alegre con final feliz. Se entrelazan las historias de varios personajes más o menos pintorescos, en función de una catástrofe climática que uno de ellos cree haber provocado por su mero deseo. No es La Lectura Trascendente, pero es rápida, entretenida y bastante ingeniosa.

El buscador de finales, de Pablo De Santis
En teoría, un libro para niños/ jóvenes. En la práctica, un por qué no leerlo uno y disfrutarlo. El planteo es muy ingenioso, los personajes están bien trazados y el relato fluye sin cabos sueltos.

Chicos, de Sergio Bizzio
Precioso libro de cuentos. No había leído nada de Bizzio, pero me ganó en las primeras páginas del primer relato (que, dicho sea de paso, fue el que inspiró la película XXY). Cada cuento es un mundo diferente en el que lo que perdura es el ritmo narrativo de Bizzio, su atención a los detalles, la sencillez compleja de tantas cosas. Muy, muy recomendable.

Los que quieran contribuir con sus lecturas de verano o de costumbre, no lo duden. Las sugerencias de lectura (y de bares) son siempre bienvenidas.