3.10.13

#20. Como una cabra.


Mediodía primaveral. Llegamos a Como una cabra (San Lorenzo 2190, Rosario) con la idea de almorzar al aire libre, así que, después de leer los menúes del día en la pizarra de la entrada, nos fuimos derechito al patio.



Aunque los detalles tientan en todos los lugares (nubes que cuelgan de los techos en el salón que da a la calle, sillones, sillas y mesas de variados tamaños y “comodidades”), el patio y su enorme pared roja es, para nosotras, el más agradable cuando el clima lo permite.



Como una cabra parece ser un buen ejemplo de cómo ciertos lugares mejoran, manteniendo el concepto inicial, a medida que se van consolidando. Parece una obviedad pero no siempre sucede. Desde que abrieron, han aumentado la cantidad de menúes que ofrecen a la hora del almuerzo, han ampliado los horarios de atención y mantienen la calidad del servicio.
Pedimos tortilla de verdura con ensalada y una porción de tarta de jamón, queso y choclo que también venía acompañada de hojas verdes. Cada menú incluye la bebida y el postre o el café ($40 cada uno). La comida siempre es fresca y sabrosa. Prueben el budín de pan, que es buenísimo. En otras ocasiones, hemos probado las tortas; también, impecables. Esta vez, sólo pedimos dos cafés americanos después del postre. Gastamos $102 en total. La atención, como todas las veces que hemos ido, es sumamente amable.


Ahora, vamos a lo que nos ocupa: ¿es Como una cabra un buen bar para leer? Sí, diría, es perfecto. Primero, tiene las mesas distribuidas en dos salones, lo que daría lugar a la posibilidad de migrar de uno a otro esquivando, por ejemplo, clientes molestos (?). Segundo, la variedad de formas y de tamaños de sillas y mesas permite que los lectores (que pueden ser mañosos) se ubiquen en algún lugar que les resulte realmente cómodo. Los lectores fumadores, incluso, cuentan con el patio casi silencioso y fresco. Tercero, siempre habrá alguien atento a las necesidades posibles del lector en cuestión, pero sin un estarle-encima permanente.


Como una cabra, entonces, es un lugar de esos para volver: comés algo rico, te abrís un hueco de calma en algún momento del día y leés, estudiás o charlás con amigos en un ambiente bello y acogedor. Y tienen wi-fi. Más no se puede pedir, ¿o sí?