14.3.12

#5. Amelie, petit cafe

La primera vez que fuimos a Amelie (San Lorenzo, casi llegando a Buenos Aires), nos quedamos afuera. De todos modos, nos pareció un muy buen gesto que, cuando otro cliente decidió esperar a que se liberara una mesa, inmediatamente le sacaran dos sillitas y una mesa plegable a la vereda, para que no esperara parado. Eso es Amelie: amor por los detalles.



Hoy fuimos precavidas (?) y fuimos temprano, a la hora del almuerzo. A eso de la una, todas las mesas se fueron poblando, pero pudimos disfrutar un rato del ambiente para nosotras solas. No hay rincón que se mire que no tenga algún detalle lindo y original. La música jamás desentona con el ambiente (y eso que estuvimos unas cuantas horas allí sentadas) y la atención es muy buena.



Si bien el fuerte del menú son las cosas dulces, ofrecen una amplia variedad de sándwiches y wraps originales y un menú del día, que incluye bebida y café. Como pueden ver en las fotos, no se descuida ni un detalle, mucho menos el de la presentación de los platos. Las tartas estaban perfectas; la guarnición, original pero sin exageraciones; el brownie, húmedo y lleno de nueces; la cookie de naranja y canela, riquísima y el café, bien hecho.




Amelie es el lugar ideal para darse un gusto (dulce o salado), para sentarse a leer en el asiento que más nos guste o para largas charlas con amigos. Los precios son adecuados: gastamos 90 pesos en dos menús más otra tanda de café y cosas dulces.



Como si esto fuera poco, en lugar de echarnos (?) porque hacía cuatro horas que estábamos sentadas ahí, alguien llegó con unos chipacitos calientes y fuimos convidadas.




Si viven en Rosario, no pueden dejar de conocer este petit café. Y si vienen de visita, está a pocos metros del Monumento a la Bandera, así que no pueden irse sin haber probado al menos una cookie de Amelie. Recomendadísimo: para ir, para volver y para volver a ir. La Felicidad, así, con mayúsculas.

7.3.12

#4. Pasaporte

Urquiza y Maipú. Miércoles, seis y pico de la tarde. No era este el bar que pensábamos reseñar hoy, pero en el otro no había mesas libres, así que, será la próxima. Ya conocíamos Pasaporte. Georgina, porque es un clásico rosarino (?) y yo, porque ella misma me llevó la primera vez que nos vimos las caras en vivo y en directo. Nos sentamos afuera, porque la tarde se prestaba y porque ya sabíamos cómo era adentro (sí, son muchos porques pero a mí me gusta explicar todo).

Cuando nos íbamos. Fotos: Georgina Matich
Pasaporte es un buen lugar para leer. Es tranquilo, adentro y afuera, a pesar de que siempre hay un número considerable de gente. Para mí gusto personal, adentro es demasiado oscuro, mucha madera, y me da más ambiente de invierno, pero, bueno, yo tengo problemitas (?). Nada de esto quita la posibilidad de pasar unas horas leyendo allí. Como el bar está ubicado en una esquina bella y extraña, sentarse en las mesas que están afuera es una buena opción. Aunque no lo parecen, las sillas son cómodas (ojo, no para estar cuatro horas leyendo ahí, pero para un rato, están bien) y las mesas tienen una buena altura respecto de ellas.


Como se trata de un bar en el que también se puede comer (la carta tiene desde sándwiches hasta pizzas y pastas), no se caracteriza por la exquisitez de su pastelería. Nosotras pedimos un brownie y una tartita de coco y dulce de leche (hemos probado también la tartita toffee) y dos cafés. El café está bien hecho, la espuma es consistente, pero no perenne y artificial como la del último bar al que fuimos. La pastelería es envasada y comestible. No es ni una delicia ni algo que uno le termina tirando a un perro vagabundo. Normal. Los precios son más o menos los que venimos manejando hasta el momento (gastamos $38).


En síntesis, Pasaporte es un buen bar para leer y para juntarse a charlar con amigos. Los precios son adecuados y la atención es muy buena. Si vienen de visita a Rosario, yo, como bonaerense expatriada que soy, les diría que no dejaran de tomarse un cafecito, como mínimo, ahí. Después, bajan hasta el río y contemplan lo hermosa que es esta ciudad. Y me cuentan.
La próxima, la reseña del libro que ven ahí en la mesa. Esta vez, es fácil, pero si quieren, pueden adivinar (?) de qué se trata.