La primera vez que fuimos a Amelie (San Lorenzo, casi llegando a Buenos Aires), nos quedamos afuera. De todos modos, nos pareció un muy buen gesto que, cuando otro cliente decidió esperar a que se liberara una mesa, inmediatamente le sacaran dos sillitas y una mesa plegable a la vereda, para que no esperara parado. Eso es Amelie: amor por los detalles.
Hoy fuimos precavidas (?) y fuimos temprano, a la hora del almuerzo. A eso de la una, todas las mesas se fueron poblando, pero pudimos disfrutar un rato del ambiente para nosotras solas. No hay rincón que se mire que no tenga algún detalle lindo y original. La música jamás desentona con el ambiente (y eso que estuvimos unas cuantas horas allí sentadas) y la atención es muy buena.
Si bien el fuerte del menú son las cosas dulces, ofrecen una amplia variedad de sándwiches y wraps originales y un menú del día, que incluye bebida y café. Como pueden ver en las fotos, no se descuida ni un detalle, mucho menos el de la presentación de los platos. Las tartas estaban perfectas; la guarnición, original pero sin exageraciones; el brownie, húmedo y lleno de nueces; la cookie de naranja y canela, riquísima y el café, bien hecho.
Amelie es el lugar ideal para darse un gusto (dulce o salado), para sentarse a leer en el asiento que más nos guste o para largas charlas con amigos. Los precios son adecuados: gastamos 90 pesos en dos menús más otra tanda de café y cosas dulces.
Como si esto fuera poco, en lugar de echarnos (?) porque hacía cuatro horas que estábamos sentadas ahí, alguien llegó con unos chipacitos calientes y fuimos convidadas.
Si viven en Rosario, no pueden dejar de conocer este petit café. Y si vienen de visita, está a pocos metros del Monumento a la Bandera, así que no pueden irse sin haber probado al menos una cookie de Amelie. Recomendadísimo: para ir, para volver y para volver a ir. La Felicidad, así, con mayúsculas.
Hoy fuimos precavidas (?) y fuimos temprano, a la hora del almuerzo. A eso de la una, todas las mesas se fueron poblando, pero pudimos disfrutar un rato del ambiente para nosotras solas. No hay rincón que se mire que no tenga algún detalle lindo y original. La música jamás desentona con el ambiente (y eso que estuvimos unas cuantas horas allí sentadas) y la atención es muy buena.
Amelie es el lugar ideal para darse un gusto (dulce o salado), para sentarse a leer en el asiento que más nos guste o para largas charlas con amigos. Los precios son adecuados: gastamos 90 pesos en dos menús más otra tanda de café y cosas dulces.
Como si esto fuera poco, en lugar de echarnos (?) porque hacía cuatro horas que estábamos sentadas ahí, alguien llegó con unos chipacitos calientes y fuimos convidadas.
Fotos: Georgina Matich
Si viven en Rosario, no pueden dejar de conocer este petit café. Y si vienen de visita, está a pocos metros del Monumento a la Bandera, así que no pueden irse sin haber probado al menos una cookie de Amelie. Recomendadísimo: para ir, para volver y para volver a ir. La Felicidad, así, con mayúsculas.